
En la Edad Media la Iglesia ve la necesidad de unificar la liturgia, es decir, de establecer un conjunto de signos y palabras que formen parte de sus celebraciones y que sean comunes para todos los fieles.
Gregorio I manda recopilar las distintas melodías que se cantan desde hacía siglos y creando otras nuevas se pudo establecer una misma liturgia para todos los creyentes. Esta recopilación y difusión de cantos litúrgicos es llevada a cabo por los cantores de los servicios papales y por los monjes de los monasterios que realizan la función evangelizadora.
Lo que actualmente conocemos como Canto Gregoriano constituye un amplio repertorio musical religioso que abarca desde el siglo V al XIII y que se ha convertido en el canto oficial de la Iglesia católica.
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